Feligreses de pura cepa

Hacía demasiado tiempo que no acudía a una iglesia con motivo para celebrar una fiesta. El sábado pasado lo hice por motivo de un bautizo. El caso es que no creo en la Iglesia y todo su entramado organigrama; no tengo absolutamente nada en contra de ella, simplemente, tengo una opinión personal que no casa con los ideales que promulga y promueve bajo una fe un tanto particular. Suerte de vivir en estos tiempos, y poder pensar en multicolor. Que yo no crea, no significa que no respete las creencias de los demás. Por este motivo suelo participar en las ceremonias a las que soy invitado, contagiándome de sus alegrías o penas, según la ocasión.
He de admitir, que desde el primer minuto me llamó la curiosidad el cura: era un hombre alto, muy alto. Cuando empezó la ceremonia, pronto me topé con un discurso rancio, en el que desde el minuto número uno, el capellán juzgó despectivamente los pensamientos de todo aquel que no creía en la Iglesia y mucho menos en Jesús; mal comienzo.
Todo transcurrió con más o menos normalidad: un bautizo arropado por padres, padrinos y familiares. Un discurso acorde al ritual, aderezado de vez en cuando con cierto humor parroquial. Lo curioso, rozando lo ridículo, fue cuando el cura aprovechó un momento para hacer política religiosa. En un momento dado, nos recordó que todos y cada uno de nosotros debíamos recibir los Santos Sacramentos, porque más tarde o temprano, nos iban a hacer falta. Como por ejemplo para contraer matrimonio, porque según él, la Iglesia también tiene su ritmo y burocracia. No vale llegar la semana antes del casamiento y decir eso de «Es que yo no estoy confirmado y tengo que casarme ya». La respuesta para solucionar ese problema fue muy gráfica. Os juro que aluciné, al igual que mis hijos y el resto de parroquianos: alzó el dedo corazón en plan peineta y dijo aquello de: «Súbete aquí y verás Madrid»; tal cual lo cuento. Una imagen muy desagradable.
Cuando terminó la ceremonia todo siguió su cauce. Besos, abrazos y alegría. Después, un bonito convite entre amigos y familiares, pero yo me quedé con un mal sabor de boca. Sí, porque no es de buen gusto ver ciertos gestos en la Iglesia; esa que predica el amor al prójimo, pero tiene licencia para decir quiénes son los buenos y los malos por sus pensamientos, feligreses de pura cepa. Quiero pensar que ese párroco en concreto, estaba falto de vacaciones, porque como dijo él, «son unos trabajadores más».

Relatario La Virgulilla

Hace unos años, existía la inquietud cultural de ciertas personas que necesitaban reunirse alrededor de un café y entablar diálogo. Lo que empezó por ser un sueño, pronto se convirtió en una tertulia con un antes y un después; la evolución de la misma, tras la dirección de Felisa Bisbal, consolidó un punto de reunión semanal que pronto se bautizó: La Virgulilla. En este grupo se realizan numerosas actividades: reuniones gastronómicas, debates, club de lectura; pero hoy permitidme referirme al club de escritura. ¿Por qué? Porque me toca de cerca, tanto que ya forma parte de mí. Me explicaré. Hace ya dos años, y tras ver en mi blog el éxito de un llamamiento que denominé #findecreativo, le propuse a Felisa crear un club de escritura. Aceptó sin dejarme terminar de explicarle el proyecto. Lo fundamental era el personal, y teníamos al mejor. Si decidí emprender esta aventura fue por ellos, porque la gente que forma La Virgulilla es cercana, sincera, y no tiene más pretensión que rellenar una libreta en blanco con la experiencia de los demás; una comuna hippie cien por cien exenta de humos y malos rollos. Prueba de todo esto que cuento, es la expectación y el entusiasmo que el club de escritura ha creado entre los miembros. Cada año somos más.

Hoy estoy muy orgulloso. Durante estas dos últimas temporadas hemos valorado, entre todo el grupo, más de ciento veinte relatos. Han pasado por el club más de veinte personas. Hemos compartido más de una decena de jornadas creativas:, humor, respeto y cerveza nunca ha faltado. ¿Y qué queda de todo esto? Pues en breve lo podréis comprobar. El próximo 4 de julio, a las 19:30 horas, en nuestro escondrijo habitual, presentaremos el fruto de todo este tiempo. Nuestra primera publicación grupal: “RELATARIO LA VIRGULILLA”. Un libro con más de diez temas, escrito por gente de Castellón, Barcelona y Málaga. Una antología cargada de amor, humor, esfuerzo, y originalidad. ¿Acaso el título no lo es? Relatario, esta palabra no podría haberse engendrado en otro lugar que no fuera entre el pecho y la cabeza de un escritor proscrito de La Virgulilla.

Te recomiendo encarecidamente descubrir a esta pequeña mafia de letras, cuyo escondrijo se ubica en El Cantonet de les Aules de Castellón. Su trabajo, el esfuerzo de todos, merece la pena ser leído. Unaria Ediciones ha apostado por él, y ha creado un libro, que tras las colaboraciones de Rosario Raro y Lluïsa Lladó, se alberga literatura creativa, breve, de la buena.

Te invitamos a descubrirla: Jueves, 4 de julio de 2019; 19:30 horas, Cantonet de Les Aules (Castellón)

Biblio Port Burriana

Hablar de Biblio Port Burriana es hacerlo como de mi familia. ¿Por qué? Cuando uno trata con Noelia, Verónica y África se da cuenta de que son personas muy cercanas, soñadoras, amantes de los libros, por lo que no tardan en convertirse en muy entrañables para todas esas personas que compartimos la misma afición que ellas. Estas chicas son la cara visible de la mini biblioteca (pequeñita pero bien nutrida) que hay ubicada en el paseo del puerto de Burriana. Decía antes que las considero como parte de mí, porque desde el primer instante que las visité, encontré en ellas ese tipo de complicidad que sabes que va a ser duradera.

Rememoraré cómo las conocí porque merece mucho la pena. Cierto día me topé con un anuncio en Internet, hablaba de una chiquitita biblioteca creada con la ilusión de un vecindario por tener un sitio común en el que reunirse, charlar de libros y de otros temas culturales. Cuando hice clic en la fotografía del artículo, me llamó mucho la curiosidad: era un diminuto barracón prefabricado, el cual estaban empezando a llenar las estanterías con mucho amor. No me lo pensé. Me puse en contacto con ellas y quedé en visitarlas para regalarles algunos ejemplares de mis novelas, pues me hacía ilusión que mis libros pudieran estar en un lugar tan privilegiado como ese. Lo hice, y un domingo llegué allí para no marcharme jamás; allí quedaron mis libros y parte de mi corazón.

Con mi primera visita pude enterarme en persona del proyecto y de cómo habían llegado a lograr «el chiringuito». Me hizo gracia saber que durante algún tiempo fueron una biblioteca ambulante: mesas, sillas, y cajas de libros de un lado a otro. ¿Quién sería capaz de hacer algo así? Resolveré yo mismo la cuestión: unas personas que no buscan otro tipo de enriquecimiento que la satisfacción de disfrutar y promover la cultura. Durante estos años he visitado en numerosas ocasiones Biblio Port. Siempre es un placer acudir allí y entablar conversación con África, la bibliotecaria, y los usuarios que se acercan para llevarse un libro a casa.  Para un escritor (permitidme la licencia) como yo, es una gran satisfacción que los lectores te pregunten cosas muy cercanas, directas, y te ofrezcan su punto de vista de la literatura en general.

Hoy he leído cierta crítica hacia Biblio Port y he sentido mucha lástima. No por la crítica en sí (uno sin ser muy inteligente sabe diferenciar un comentario con intención de torpedear) sino por lo duro que ha trabajado la Asociación de Vecinos del Puerto de Burriana (lo he visto en directo) para lograr un espacio cultural para toda la gente de la localidad, y lo poco que se valora este esfuerzo. Noelia, África y Verónica (entre otros socios) dedican muchas horas a la biblioteca, de manera totalmente altruista, sólo con la ilusión e intención de acercar los libros a los burrianenses. Por todo esto se merecen mi admiración y respeto como lector, escritor y sobre todo, persona.  ¡Qué mal sienta la cultura a cierta gente! ¡No cambiéis nunca, chicas!