Cuando una de sus manos intentó entrar en el lugar que yo no quería, solté un fuerte grito que alertó al desconocido que permanecía fumando. Pude ver su figura desmontar y tirar el cigarro a un lado del camino. Después con paso ligero se acercó hasta nosotros. Me vio atrapada entre los brazos, luchando por librarme de él.
—¡Suéltala!—ordenó con voz fuerte y acento sureño.
—¡Métete en tus asuntos! —replicó mi agresor. El extraño se aproximó con decisión, cosa que sirvió para que Vicente me soltase para enfrentarse a él. Aproveché para apartarme de ellos.
—Me has hecho desperdiciar un cigarro —respondió el hombre, cerrando el puño con fuerza y atizando con brutalidad el mentón de su adversario que cayó al suelo dolorido
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