Ejercicio con dados

Digamos que el viaje para llegar a conocerme no ha sido sencillo. Al principio creí estar seguro de mí mismo, resguardado tras un fuerte caparazón de acero, como si viviera alojado en una fortaleza inexpugnable. Me equivoqué. Fui un lerdo en toda regla al no darme cuenta de que yo mismo tenía la llave que cerraba mi único miedo, que al mismo tiempo siempre ha sido la realidad: mi yo verdadero. Sí, ese que de vez en cuando se desborda y pierde la cobertura, necesitado de refresco, de meditación; de libros breves con gran contenido de moralejas, sin paja ni el horrible sacrificio de ningún árbol utilizado para predicar con su cuerpo palabras sin sentido. Y, pese a que el camino no ha sido fácil, admito que he disfrutado de la recompensa: he bebido de mí mismo, de una fuente de la que manaba algo parecido al reconocimiento y el orgullo, pero sin llegar a ser estratosférico y perjudicial: yo. Para mí, debo ser lo importante. Por eso hoy me he escrito a mí mismo, con Word, por aquello de leer la letra clara y no confundirme, con la única intención de recordar mi origen, el por qué empecé a escribir y, sobre todo, porque debo seguir haciéndolo. Al fin y al cabo, mi blog siempre fue mi paraíso.

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