La huida

La miré con cierta tristeza. Armé todo ese valor que fui aparcando en las cunetas tras años y años de amor secreto; lo hice.

      —Te quiero.

 Sus ojos huyeron; su boca también. Fue una confesión que quedó eternamente en el vacío.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *