Explorando a Venus

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Llevaba ya rato con sensación de calor. Sus manos eran cómplices de su pensamiento. A su vez, se convertían en las únicas peregrinas de su propio Monte de Venus. El recuerdo de los brazos de Carlos, abrazándola con delicadeza, promovía la excitación que había empezado a experimentar sola, en la cama.

Era su fantasía, mandaba ella. Le ordenó que la besara, y él lo hizo. Paseó la lengua por su oreja y la deslizó poco a poco por el cuello hasta la yugular. Allí la mujer se convirtió en un apetitoso bocado vampírico. Carlos la mordisqueó. No le dolió. Lo único que consiguió fue que su pulso se acelerara. De su boca empezaron a salir pequeños gemidos de placer: “Sigue…”. Ante su nuevo mandato, el hombre se deshizo de la única tela que cubría la Serranía de la Felicidad. Aparecieron dos esbeltos pechos.

En uno de ellos había una marca, un bonito lunar. Él lo tuvo claro, iba a intentar borrarlo con la lengua. Fue tal el empeño que puso, que no tardó en coronar las cimas: dos pezones erectos donde plantó la bandera de “tierra conquistada”.

Ahora ya no mandaba ella. Lo dejó a su aire. Sabía que él se apañaría bien con la exploración, lo estaba demostrando. Decidió seguir descendiendo. La humedad de sus besos se hizo evidente, cada paso que daba servía pare reblandecer el terreno. Llegó al punto prohibido. Venus se veía de cerca, pero aún debía pasar la frontera. Entonces se vio indeciso. La miró a los ojos buscando permiso. La sonrisa de la mujer fue la encargada de timbrar el pasaporte, su lengua tenía derecho de paso, y no se lo pensó. Cruzó. Se adentró en lo más recóndito de ese nuevo mundo. Ella se estremeció, no pudo controlarse. Pronto la lengua encontró un río fluvial distinto al suyo. Su viaje terminó, al fin llegó al centro de Venus.

Cuando abrió los ojos, la cabeza del hombre ya no estaba entre sus piernas. Se dio cuenta de que lo único que había explorado su cuerpo habían sido sus propias manos. La fantasía se esfumó. No importaba, había disfrutado del premio que Carlos había conseguido para ella. “Le debo un café…”, dijo mientras reía tumbada sobre la cama sorprendida por su caliente imaginación.

Feliz Día del Libro 2020

Jueves, 23 de abril de 2020. Sin lugar a dudas, un día extraño. Para los que nos dedicamos al mundo de las letras hoy es un día especial: el Día del Libro. En circunstancias normales, habríamos cumplido con una bonita jornada rodeada de librerías, libros, lectores y firma de ejemplares; pero como a Sabina, a nosotros también nos han robado el mes de abril. En cualquier caso, el mundo editorial y los escritores nos hemos adaptado a estos tiempos. La tecnología nos permite acercarnos de un modo diferente a vosotros, así que, si sois asiduos a las redes sociales, a lo largo del día os toparéis con gente del gremio presentando online sus últimas novedades. En mi caso, me he permitido grabar dos vídeos, cada uno de ellos con una de mis novelas. He seleccionado «Pídeme no morir» y «Génesis«, dos historias cortitas pero intensas, ideales para estos tiempos de confinamiento.


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Podéis encontrar información de todos mis libros y colaboraciones visitando mi blog: www.xavivi.es

¡ FELICES LECTURAS!

 

 

Versándonos la boca

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Empecé un poema al que pronto se unieron tus versos. A partir de la segunda estrofa perdimos la métrica: la rima fue dictada por nuestras lenguas.

Mendigo de palabras

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Me da pereza tener que rebuscar en contenedores repletos de órganos, en teoría vivos, el sentimiento  de complicidad que florece en las letras. Me da pereza, y no por el hecho de entablar diálogo, que ya me cuesta, sino más bien por la indiferencia que me hace sentir un diminuto buscando algo enorme. Y no es así, sé que estoy listo, pero nadie se presta a escuchar, ni a leer, lo que tengo preparado para el mundo. Así me convertí en un mendigo de palabras, que lo intentó en su momento pero se cansó. Ahora suelo viajar en solitario, con la libreta bajo el sobaco,  acampando de parque en parque para escribir lo que la vida me dicta. Lo demás me da lo mismo, mientras ella me sonría.

Autores confinados en COPE MÁS Castellón

Ayer, en el inicio de una semana muy especial para el libro, Antín Teruel me invitó a participar en el programa «Herrera y Mediodía COPE Más Castellón con Raúl Puchol»,  para hablar sobre mi situación actual como «escritor confinado». Desde aquí quiero agradecer a la emisora por su apoyo a la cultura, más si cabe, en tiempos extraños como los que estamos viviendo.

 

Amarte en blanco y negro

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Me gusta amarte en blanco y negro, descubrir esa nostalgia que siempre me ha ayudado a desearte en secreto, disfrazado por la cotidianidad del ir y venir ante tus ojos; pensar que tú no lo sabes y me sigues regalando esa sonrisa eterna en bicromía, anclada en ese mismo pasado en el que los cigarrillos permanecían en los labios, con la única intención de seducir, así, sin más, sin ningún bolero de por medio; me gusta amarte en blanco y negro, y por lo menos saber que nuestra historia, la mía más bien, a quién quiero engañar, siempre será como aquella delicada pero complicada película de los años treinta, con un beso final que habré convertido en una ficción monocromática.

Amantes de lo cotidiano

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Después de todo me detuve a contemplar las pequeñeces que tu cuerpo siempre me ha dictado: acariciar tu piel, oler tu pelo, sonreírte. Todo ha cambiado con los años, pero nuestros orgasmos siguen siendo iguales; placenteros hasta el punto de querer parar el tiempo y disfrutarnos por la eternidad. Sabes que cuando me enfado contigo, por alguna de mis estupideces,  acabamos arreglando las cosas de la forma más sencilla, natural y humana que jamás habrá escrita: entrelazando nuestras lenguas, buscando un punto parcial de cordura. Siempre hemos sabido solucionar nuestros problemas. Hoy no ha sido distinto. Tu sonrisa, picarona, ha vuelto a decirme lo estúpido que soy en ocasiones. Yo no he tardado en utilizar mi mejor conjuro para pedir clemencia: “Lo siento”, te dije mientras te abrazaba y te mordisqueaba. Tú hiciste lo mismo, me agarraste y me dijiste al oído, «Mira que eres tonto». Lo que llegó después, fue lo más justo para volver a empezar, un excelente caldo de sudor, caricias y miradas lascivas. Mi sexo en el tuyo, bailando al compás de la movida rumba de tus caderas. Y al final, lo mejor de todo, un regadío de amor placentero.
Los años pasan, ya no somos aquellos jovencitos que intentaban jugar cogiéndose de la mano, pero seguimos queriéndonos como el primer día. A pesar de todo, siempre hemos sabido arreglar nuestras diferencias, la cama siempre será nuestro juzgado de paz. Eso nunca cambiará, lo sabemos, porque ante todos los males, nos gusta saldar nuestras penitencias conjugando el verbo amor.

Reflejo

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Me miro al espejo y mis ojos son una prolongación de los tuyos; un torrente de belleza y sentimiento, al igual que aquel primer momento en el cual desnudé al completo mi corazón, sin mayor complejo que sentir tu vida enlazada con la mía, desbordando amor hasta el infinito. Me miro al espejo y veo a un hombre dichoso, aunque torpe e inexperto en ese arte llamado amor.

Génesis – Fragmento

Fragmento de «Génesis».

Cuando una de sus manos intentó entrar en el lugar que yo no quería, solté un fuerte grito que alertó al desconocido que permanecía fumando. Pude ver su figura desmontar y tirar el cigarro a un lado del camino. Después con paso ligero se acercó hasta nosotros. Me vio atrapada entre los brazos, luchando por librarme de él. 

          —¡Suéltala!—ordenó con voz fuerte y acento sureño. 

          —¡Métete en tus asuntos! —replicó mi agresor. El extraño se aproximó con decisión, cosa que sirvió para que Vicente me soltase para enfrentarse a él. Aproveché para apartarme de ellos.
—Me has hecho desperdiciar un cigarro —respondió el hombre, cerrando el puño con fuerza y atizando con brutalidad el mentón de su adversario que cayó al suelo dolorido

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