El reino
Atardecer
Abril
Nuestro tesoro

Me detengo en su ombligo, es el centro del Universo; mi lengua cae en su órbita, acariciando cada centímetro de su perímetro. La Diosa que me atrajo hasta él, dice que no pare hasta que encuentre el anillo que rodea el planeta llamado Anhelo. Me centro en ello, e impulsado por la curiosidad de acercarme a lo inexplorado, pronto encuentro su recóndito tesoro. Su sonrisa dice que es mi premio. Tengo claro que lo disfrutaré con ella. Siempre me gustó compartir.
Mijares

La horrible condena de ser hijo de la montaña y no poder apagar sus demonios.
A deshora

Nueva publicación: El desenterrador
Regurgitar

Los domingos no suelo escribir. Soy más de vomitar letras. Las mismas que durante la semana quedaron alojadas en la boca del estómago, sin digerir. Un adiós, un hasta luego o, quizá, un te quiero mal aliñado que espera el momento justo, como la última bala en la recámara, para salir… Ya no sé si para salvar o ajusticiar ese monólogo interno que se repite como un mal alioli de supermercado. Y, al final, el gris de un inicio dominical, da apertura al exilio de mis males, sin la pertinente confesión parroquial, pero con todas esas letras que escribí y ahora desdigo con ellas esparcidas por el suelo. Siendo justos, con la fregona en la mano y el hedor del daño que me hicieron por su mala conjugación, sonrío tras la última lágrima regurgitada . En cualquier caso, fui, soy y seré ese despoema sin sentido y en bicromía. No está mal.
Un anónimo – Desde la distancia (III)

Ayer te vi. Sí, una vez más; desde la seguridad de la distancia. Tú no me viste, pero sé que sentiste la chispa, esa extrañeza que tantas otras veces sentimos los dos. Te vi: de pie, con el teléfono en la mano, mientras pactabas alguna promesa. Pero no a mí. Esta vez no. ¡Joder! ¡Qué preciosa estabas! Yo, sin embargo, parecía un extraño desde la acera de enfrente. Quieto. Impasible. Tan sólo quería verte y que tú no me vieras, como ese fantasma que me he convertido con cada una de mis letras perdidas. Como tú. Como nosotros en un adverbio mal conjugado. Ayer te vi. Y, a pesar de todo, aún te tengo en mi mirada.
@XaviviGarcía