
La horrible condena de ser hijo de la montaña y no poder apagar sus demonios.
Mi pasión está entre las letras, en solitario y con sentimiento en bicromía.
La horrible condena de ser hijo de la montaña y no poder apagar sus demonios.
Los domingos no suelo escribir. Soy más de vomitar letras. Las mismas que durante la semana quedaron alojadas en la boca del estómago, sin digerir. Un adiós, un hasta luego o, quizá, un te quiero mal aliñado que espera el momento justo, como la última bala en la recámara, para salir… Ya no sé si para salvar o ajusticiar ese monólogo interno que se repite como un mal alioli de supermercado. Y, al final, el gris de un inicio dominical, da apertura al exilio de mis males, sin la pertinente confesión parroquial, pero con todas esas letras que escribí y ahora desdigo con ellas esparcidas por el suelo. Siendo justos, con la fregona en la mano y el hedor del daño que me hicieron por su mala conjugación, sonrío tras la última lágrima regurgitada . En cualquier caso, fui, soy y seré ese despoema sin sentido y en bicromía. No está mal.
Intento coser mis versos, rotos, con el hilo de tu mirada; joder, qué mal se me da la costura con dedal.
@XaviviGarcía
No existe verso sin alambique.
@XaviviGarcía
La soledad es un cuento con un largo final.
@XaviviGarcía
Esas veces que los sueños se desinflan, porque a pesar de ser cierto que todos los caminos llevan a Roma, Roma sólo es para los romanos.
@XaviviGarcía
Llueve en tus labios y yo sin poder mojarme.
@XaviviGarcía