El beso

Un beso siempre es sencillo, lo complicado es llegar hasta él.
Incógnitas

Todavía hay dos incógnitas que no he logrado resolver. La primera, el sabor de tus besos; la segunda, saber si has besado de verdad alguna vez.
El corderito

Después de noches de pajar revuelto, resulta gracioso ver al cordero predicar sobre el amor único e infinito
Sin arrepentimiento

¿Quién soy? Mi nombre en realidad no importa nada; ni mi edad, tampoco mi coeficiente intelectual. Hablan de mí los cuarenta y seis barrotes de acero, forjados con rabia, a los que cada mañana miro con desgana por culpa de la inhumanidad; la diminuta ventana por la que el sol intenta colarse para recordarme de manera muy ruin y continua que fui yo; lo reconozco, lo hice y lo volvería a hacer una vez tras otra, si fuese necesario, que lo fue; lo juro, aunque habéis hecho que mis palabra a estas alturas no valgan nada. ¿Qué son veinte puñaladas? ¡Un descanso eterno! Para él más que para mí, porque seguro que su alma está con los de su calaña, bailando al ritmo de un sucio rock, con el alcohol entre sus venas, incendiando aún más si cabe el mismísimo infierno. Y puedo asegurar que no estará sufriendo: apuesto a que bromea y ríe a la vez que juega al poker, mintiendo sobre su jugada perfecta, o tal vez haciendo trampas, que es lo que más le gustaba y solía hacer, mientras imaginaba en su cabeza qué nos haría al regresar a casa. De verdad, ¿Todavía creen que me porté como una canalla con él? ¿En serio? ¿Así lo piensan? Me es difícil olvidar sus asquerosas babas resbalando por la frágil piel de mi hija; un polluelo en la boca del cánido. Y cuando me recuerdo acuchillándolo… no era yo, se trataba de una madre en alerta, defendiendo a su hija. En tal caso y como dije al principio: no me arrepiento, lo volvería a hacer.
Primavera confinada
En esta primavera todo se magnifica: el aire del mar, de la montaña. Tú, yo; nosotros y esa libertad irrelevante.

Balada de una policromía triste

Recuerdo aquella vez, cuando entre recelo y puñales te ofrecí el aval de mi corazón, con todo el cariño del mundo, mientras mi felicidad se pintaba en policromía en tu ser; o eso creí yo. ¡Qué ingenuo! ¡Me adelanté sin querer verlo, ni tan siquiera con lupa! Tu corazón no fue más que un cepo que supo apresar mi amor, cual cordero pastando en verdes prados. Tanto tiempo después, tras librarme del yugo, me convertí en el antagonista de una historia que habías dibujado en tu cabeza, pero a la que jamás quisiste dotar de vida. Triste, tanto o más que la balada de un copo de nieve tocando el suelo sin llegar a cuajar.