Qué bonito serían unos versos
con el calor de tu almohada;
acompañados de susurros de seda
y amplias risas desplegadas
a lo largo de nuestra cama;
con el silencio como encargado
de anidar la tranquilidad en tus labios,
tras el paso de la tormenta.
Qué bonito serían esos versos
si mi deseo llegara a terminar en tu boca.