Y al final
qué más da lo que pienses, lo que sientas;
si el corazón solo dicta dolor y penas.
Y qué más dan los boleros y saetas,
si en sus rimas solo habitan angustias;
zarzales que fatigan las risas.
Siempre,
con el rumbo dictado por las lágrimas.
Siempre,
entre la simbiosis de tu cuello y pecho;
el lugar justo, el lugar oportuno…
donde anida el querido ruiseñor.
Siempre,
con aquel verso que olvidar podré jamás.