No me habléis de rosas, amapolas, ni mucho menos de margaritas, porque en mi vida ya no quedan pétalos por deshojar; no, ya no vivo en ese jardín que construí con la ingenuidad y el batir de alas de mariposa. Todo eso desapareció con cada golpe e insulto. Mis lágrimas de piedra han labrado un campo de hormigón, y bajó él se encuentran mis sentimientos en letargo, con la única esperanza de volver a ver brotes verdes. Sé que mi momento llegará, una nunca olvida el agradable olor de las flores.