Demasiado amor

—Antes de morir dijo que le dolía el pecho.
—¿Un posible infarto?
—No, quizá fue algo mucho más sencillo.
—¿Qué?
Demasiado amor para un hombre tan menudo.

Hoja en blanco

Imagen: Google

—¡Hazme un poema! —Me suplicó; fui tan torpe que dejé la página en blanco.

Entrevista a Joakin Iriarte

Joakin es un tío con una mirada penetrante, cautivadora. Quizá por eso se le da muy bien captar instantes con su cámara, creando con ello sensaciones y sentimientos que despiertan el alma.  Para mí es un poeta moderno, en el sentido de utilizar su cámara para escribir poesía, y a su vez vintage; los textos que acompañan a las imágenes delatan su interior más tierno, humano y romántico; un «fotopoeta» que no debemos perder de vista.

  1. Teniendo tu primera obra en las manos, es inevitable esta pregunta. ¿Por qué el título de Palabras Huérfanas?

Siempre he pensado y sentido como escritor, que todas las palabras son huérfanas hasta que encuentran una mirada que las siente como propias. También es como defino a aquellas palabras que no son pronunciadas o escritas y que se quedan en nuestro interior como formando un nudo; un último adiós silenciado, una declaración de amor no declarada o un perdona no llegado a pronunciar.

  1. En tu obra se puede observar mucho entorno rural, y aunque  juegas con el blanco y negro en las fotografías, se puede apreciar a la perfección el verde, el azul, el gris… ¿Le haces el amor a la naturaleza? ¿O ella te lo hace a ti?

Rotundamente ella, yo me siento en y ante la naturaleza como un invitado que  observa y asiste  maravillado a lo que le rodea, de ese acto surgen palabras e imágenes, que se convierten en un pequeño homenaje a la naturaleza como musa.

  1. ¿Escribes desde hace mucho tiempo? ¿Cuándo te surgió la idea de mezclar versos e imágenes? Personalmente me parece un trabajo muy creativo, a la vez que bonito.

Escribo desde los 15 años. La idea surgió de la necesidad, de la urgencia de comunicar sentimientos y emociones tanto a través de las palabras como de  la fotografía. Mi reto y mi ilusión como creador es que mis imágenes sean poemas sin palabras.

  1. Esta semana acabas de presentar tu segundo trabajo en Castellón, en él hablas de la niebla. ¿En qué sentido? ¿Qué diferencia hay con tu primera obra?

Hablo de la niebla casi como de una entidad viva, mágica y misteriosa que envuelve todo; a la gente y su entorno, a las emociones, a los paisajes. La niebla provoca miedo y respeto, a la vez que una fascinación que sirve para expresar emociones, sensaciones que las personas experimentan bajo su influjo.

La diferencia principal estriba en que en el segundo, los poemas giran en torno a la niebla y a un Valle, el Valle de Baztan, cuyos paisajes se ven en muchas ocasiones envueltos por un halo de misterio y melancolía, al ser cubiertos por la niebla. Mientras que el primero, es más un conjunto de poemas que reflejan distintas situaciones y estados anímicos.

  1. Los poetas siempre han tenido fama de hablar a la sociedad con sus versos. ¿Intentas transmitir al mundo algún tipo de mensaje en tus obras?

Quisiera que a través de los versos se pudiera crear un puente invisible entre poeta y lector, en el que las emociones son compartidas como un acto de complicidad muy íntima. Me gustaría mostrar que es posible otra manera de ver el mundo y de actuar en él; mis poemas y mis fotografías son mi manera de amar el mundo que me rodea.

  1. Mirando las fotografías que acompañan a tus poemas, se pueden apreciar imágenes de una enorme belleza. ¿Has participado en alguna exposición?

Dos hasta la fecha, la primera en el 2012 en el Café dels Artistes de Castellón y las segunda en el 2013 en Le Meduse en el Grao de Castellón.

  1. ¿Hay algún artista (poeta, fotógrafo, etc…) en el que te sientas identificado?

Poetas: Fernando Pessoa, Pablo Neruda, Walt Whitman, Charles Bukowsky y Benedetti, Javier Irazoki, Hasier Larretxea

Fotógrafos: Me gustaría mostrar mi respeto por autores no tan  famosos ni reconocidos pero cuyo trabajo admiro profundamente: Brett Walker, Jean-Fabien Leclanche y Juan Lamerinhas. Y de las leyendas, me quedaría con Man Ray y Helmut Newton…

Músicos: Tom Waits, Nick Cave, Leonard Cohen, Norah Jones, Metallica, Pearl Jam, Marea, U2, Lemonheads, Bauhaus, The Cure, The Cult, Rosana, Radio Futura…, soy muy ecléctico en mis gustos musicales.

Pintura: Goya, Dali, Van Gogh…

  1. Háblanos de tus próximos proyectos.

Me gustaría hacer una exposición de retratos y estoy trabajando en un tercer libro en el cual deseo que haya además de mis imágenes habituales, retratos de gente amiga y anónima.

  1. Vivimos una sociedad informatizada y “enredada” por la tecnología. ¿Tienes algún blog? ¿Dónde podemos seguirte o comprar tus libros?

He de confesarme muy torpe con las nuevas tecnologías, no me gusta mucho abusar de ellas. No tengo por ahora ningún blog, pero no descarto acabar creando uno… mi segundo libro BAZTAN Una mirada a través de la niebla se puede adquirir en blurb.com, y poniéndose en contacto conmigo vía mail iokin_iri@yahoo.es, Facebook…

Antes de terminar, permíteme retarte a un juego. Te voy a decir una serie de palabras y tú me respondes de forma rápida lo que te sugiere cada una de ellas.

  • Corazón: Un inconsciente que algunas veces tiene razón.
  • NocheEl lugar donde mis silencios juegan con los suyos.
  • Círculo: Una bonita manera de dibujar el Sol o la Luna.
  • CrisisUna mala excusa para hacer las cosas peor.
  • Castellón: Por el amor de una mujer…
  • AyerUn lugar al que siempre vuelvo cuando  mis versos llaman a la puerta del recuerdo.

Muchas gracias por tu tiempo, Joakin.

Un placer como siempre, Javier.

 

La soledad

Imagen: Pixabay

Susanne miraba de forma impaciente su pequeño reloj de pulsera. Estaba preparada, pero se mostraba impaciente por ver cómo la manecilla se posaba sobre las doce, para que al fin, llegara el ansiado día. Cumplía con pulcritud el mismo ritual todos los años: se cepillaba su canosa melena; luego se pintaba los labios de color rojo pasión, ante el espejo del tocador, su único amigo y compañero en las últimas décadas.

 Salió de su habitación con el paso lento que le había marcado los años, y bajó hasta la cocina. La desgastada madera de las escaleras provocó una melodía: «La Soledad», ese era el nombre de la banda sonora de su vida. Sacó del frigorífico una enorme tarta de nata y chocolate. La hizo la noche anterior, usó la misma receta de siempre, jamás cambiaba nada. Tampoco esta vez pudo evitarlo, quitó un poco de crema con su dedo índice y se lo llevo a la boca: «¡Seguro que le gusta! », dijo tras comprobar que una vez más le había salido deliciosa. Sacó del tercer cajón del mueble tres velas y las puso de forma alineada; las encendió. Cuando comprobó que todo estaba listo, suspiró lo más hondo que pudo. Luego regresó hasta el piso superior.

            Se detuvo justo delante de la puerta.  Se acercó con sigilo, no quería delatar la sorpresa. Sostuvo la tarta con una mano y la otra la puso en el pomo; lo giró, abrió de forma rápida: «¡Felicidades, cariño!», gritó emocionada. Le respondió el silencio, y el olor a quemado de la habitación. Nada más, allí no había nadie que pudiera saltar ni gritar de alegría por aquel bonito detalle. Nadie, o al menos en persona, porque lo que sí había eran recuerdos por todos los rincones: las paredes pintadas en antaño con un tono malva, juguetes esparcidos por el suelo, y una pequeña cuna que mucho tiempo atrás fue un nido de vida. Pero en esta ocasión todo estaba absolutamente cubierto por hollín, quemado en un incendio que se llevó a su pequeño bebé de tres años. Poco después perdió a su marido, también por culpa del fuego. El hombre se quemó, pero no fue cosa de las llamas, sino de la locura de su esposa que no supo recuperarse de la muerte de su hija. La abandonó cierta tarde sin despedirse de ella, pero Susanne jamás pareció enterarse: «Papá vendrá enseguida, ha salido a por tabaco», dijo mirando a la cuna. La mujer sonreía al vacío, mientras las yemas de sus dedos pasaban sobre la madera ennegrecida e intentaba captar todos los recuerdos posibles de la pequeña Sophie.

    «Otro año…», pensó justo antes de cerrar la habitación, entonces se dio cuenta de todo. La primera lágrima que se desbordaba por su ojo derecho también era la misma de siempre, la encargada de recordarle que jamás había estado loca, sólo era una mujer que había aprendido a seguir amando en la más absoluta soledad.

¿España? ¡De puta madre!

Imagen: Pixabay

Mi superior es un cerdo, y todos mis compañeros unos babosos que le hacen la pelota allá por donde el chorropavo pisa. En definitiva, podría decir que toda la tripulación del «0VN1» es una piara con alas. ¿Por qué digo esto? ¡Porque me da la gana! Todavía tengo herido mi orgullo al recordar cómo llegué hasta aquí.

 —S3RG10, baja un momento y recoge muestras de la vegetación del lugar —me ordenó mi capitán.

Le hice caso, y justo cuando mis pies se posaron en  el suelo terrícola, la nave salió a todo gas, derrapando entre las nubes. A todo esto, no soy humano. Provengo de un planeta muy parecido al vuestro. Y cuando afirmo que es muy idéntico es porque lo es. Mucha agua y pocos cojones para cambiar una sociedad en la que muchos pobres siguen cuatro voces dictando normas. El paro allí también es estratosférico. Por este motivo maldigo a mis compañeros, porque me alisté como explorador intergaláctico para ganar algo con lo que poder sobrevivir, y los muy miserables me dejaron aquí tirado, en mitad de la dehesa de un pueblo sevillano, en pleno mes de agosto. ¡Cabrones! Ya me lo decía mi madre: «S3rg10, tienes que estudiar para ser alguien de provecho». ¡Cuánta razón! Si le hubiera hecho caso, quizá ahora estaría sentado en mi despacho con los pies sobre la mesa mientras cotilleo durante la jornada laboral el «f4c3b00k», allí también tenemos redes sociales, con la única diferencia, los «Me gusta» nosotros lo traducimos como «m3l4p3l4». Somos así de rancios.

 Me quejo por gusto, porque en realidad aquí me han aceptado muy bien. Esta gente del sur me trata fenomenal, han conseguido que en poco tiempo me sienta uno más… de los parados que se sientan en el banco de la plaza a ver pasar a las «mushashas», claro está.

Nosotros tenemos un físico idéntico al de los terrícolas: cara, brazos, piernas, cuerpo; para nada somos de color verde con ojos gigantes, ni tampoco decimos esa estúpida frase: «Teléeeeeeefono, mi caaaaaasa» ¡Qué absurdo! ¿En serio nos veis así? En mi planeta somos gilipollas, pero no tontos. Quizá un poco más barrigones que la gente de aquí, pero lo compensa nuestro sexo, bastante más grande al producto ibérico nacional. Alguna ventaja debía tener yo para aprovecharla aquí en la Tierra… como en el cielo. Y si no que se lo pregunten a la Puri, esa andaluza de grandes caderas y enormes «t3t4s», que me vuelven loco cada vez baila eso de Sevilla tiene un color especial.

La semana pasada recibí un wasap de mi capitán. Me decía que no me enfadara, que simplemente todo había sido una broma (de unos meses ni más ni menos) y que el próximo martes regresarían a por mí, justo en el mismo lugar en el que me habían abandonado. «¿A qué hora?», le pregunté. «A las once», me confirmó en su último mensaje.

Hoy es martes y son casi las doce de la noche. He recibido una llamada de mi superior: «¿Dónde estás?», me ha preguntado. El exceso de rebujito me ha animado un montón y le he respondido bastante emocionado: «¡Alcohol, alcohol…hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual!», el Sevilla ha ganado. Es increíble ver lo que mueve el fútbol aquí en España, al cojo le pone tres patas, mientras al ciego lo vuelve aún más ciego; con el balón en juego no hay pena que valga. Lo tengo claro, apenas quedan unos meses para el mundial y no me lo voy a perder. ¡Yo me quedo! Y aunque mi genética diga que soy de otro planeta, lo tengo claro, yo soy español: «¡Aquí Sevilla. España de puta madre!», fin de transmisión.

Una despedida pegajosa

Imagen: Pixabay

El niño mascaba un chicle con sabor a fresa, su preferido. Sostenía en la mano derecha un lápiz desgastado, mientras intentaba recordar todos los consejos de ortografía que doña Sagrario le había inculcado una y otra vez mediante tirones de oreja. Para la ocasión también se había preparado una goma de borrar, sabía que su caligrafía era bastante mala y quería asegurarse de que la carta quedaba completamente legible. Puso con delicadeza el carboncillo sobre el papel y empezó a deslizarlo muy despacio.

«Hola, Cris. He oído que te marchas a otro pueblo y me siento bastante triste. Dice mi hermano Fidel que  soy muy pequeño para entender el amor. Igual soy un mocoso como suele llamarme, pero aunque tenga el corazón diminuto siento algo especial por ti. No sé si estoy enamorado o tal vez es el cariño que te he cogido por haber estado tanto tiempo junto a tu pupitre. No lo tengo claro, pero te aseguro que he dibujado corazones muy cursis en las ventanas con mi aliento. Lo peor de todo es que puse nuestros nombres dentro de ellos, mientras mi cara sonreía al imaginarme jugando contigo. Tenía que decirte esto, por eso te he escrito con buena letra, para que lo entiendas. Te deseo mucha suerte. Yo intentaré ser feliz pensando que te va bien, aunque mamá me siga preguntando por qué mi cara está triste mientras veo a Tom y Jerry en la televisión. Mi último recuerdo tuyo será el Cheiw que me regalaste aquella tarde en el parque».

Terminó de escribir la carta. Sacó su chicle de la boca y lo metió dentro del sobre. Luego suspiró profundo y cerró la misiva. Quizá no podía compartir con su amiga un beso de despedida, pero sí su golosina favorita. Pensó que a ella le iba a encantar ese detalle tan dulce.