Chupasangre

Primero ojeó a su víctima. Cuando se aseguró de que era la persona que buscaba, esperó a que la luz desapareciera. No le importó aguardar, era muy paciente. Ella se durmió, entonces el monstruo la acechó. Se acercó con sigilo hasta sus piernas. La mordió, bebió su sangre. Sólo fue una víctima más esa noche. El verano acababa de empezar.

Demasiado amor

—Antes de morir dijo que le dolía el pecho.
—¿Un posible infarto?
—No, quizá fue algo mucho más sencillo.
—¿Qué?
—Demasiado amor para un hombre tan menudo.

Sentimiento monocromo

Cuando el gris roza mi espalda, intentando hacerme el amor sin más alegría que los poros de mi cuerpo exhalando tu añoranza; y pensar que esos recuerdos de arcoíris fueron los causantes de un sentimiento monocromo.

Versar en tu boca

Empecé un poema al que pronto se unieron tus versos. A partir de la segunda estrofa perdimos la métrica: la rima fue dictada por nuestras lenguas.

Aullidos

Quiero hablar de gritos, de poemas convertidos en alfileres que la luna se ha negado a coser, porque dice que ya no soy el de ayer; aun así, desdichado, me reservo mi derecho para aullar en soledad. No se me da nada mal.

Amigos para siempre

Y ahora, con el sabor del carmín de tus labios, comprendo el estado agridulce que desde niños nos mantiene unidos. No rompas aquella promesa que en su día me hiciste, por un carnal beso. Tarde o temprano se nos pasará el capricho y te necesitaré como antaño.

 

Temido final

Te imagino leyendo cada uno de mis versos, emocionada tras cada coma, tras cada punto y seguido; te imagino tan conectada a mí, pasando tu dedo índice entre mis líneas, que me supone un auténtico castigo saber que no tardarás en musitar el final.

 

Ladrona de corazones

—Cuénteme, señor Morrison. ¿Podría identificar a la ladrona?
—Es sencillo, inspector. Me es imposible olvidar esos tacones, que con paso ligero, me llevaron a tocar el cielo; allí me robó el corazón