Grumete

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No me hables de tormentas,
del estremecido grumete
y cada uno de sus puertos.
No me hables, si no recuerdas
cómo aman las sirenas;
del exótico cruce de lenguas,
sin más sexo que el deseo
de dos lejanos amantes
que culminan el orgasmo
con un te amo, apellidado Ojalá.

@XaviviGarcía

La tormenta imperfecta

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No me da miedo el laberinto. Tampoco morir dentro de él. Sólo me agobia la compleja distancia que acaricia la soledad; la de un suspiro sin respuesta, roto por el doloroso estruendo de un lejano trueno que, por mucho que se anhele, nunca llegará para anegar mi boca y desbordar mis labios. Y, al final, la estéril tormenta, sedienta de un cruce de bravos vientos, será la única verdad del amor más puro, a la vez que perdido; el aguijón de una tormenta imperfecta.

@XaviviGarcía

 

Carta a Ego

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Querido Ego.

Ayer me reencontré contigo. Sí, una vez más, a la altura del pegajoso barro de una ladera. Ayer te vi; a ti y otros penitentes por el AMOR TORCIDO, pero con el pecho recto. Siempre con paso firme y marcial, sin dejar de mirar al frente, obviando el dolor de las amapolas y los besos que dieron por última vez. Y tú, querido Ego, estabas en aquel desfile en el que, negando ser un tullido más, despedías al sol de junio como el bello poema que, sin quererlo, alguien te convirtió; junto al dilema de qué fue primero, si el amor o el dolor.

@XaviviGarcía