Sueños rotos

Sueño con mi rostro contra la pared , con una soga negra  apretando mi cuello, desorbitando mis ojos, vaciando la laguna de la ilusión que llenaste cierta vez con cada una de tus sonrisas. No, no puedo. La lengua, extirpada, medio caída por la presión, saborea la amargura de un campo árido. Siempre sin la posibilidad de sembrar ningún perdón, pero con mil arrepentimientos preparados para el cultivo. Desangro atardeceres con el mismo despecho de una navaja ante la bajada de la marea , sin posibilidad de recompensa. Tampoco merece la pena. Sueño con la expiración,  mientras el último suspiro clama tu nombre alentando lo que podrá llegar a ser: el eterno  silencio en mi, quizá en ti, y el murmullo de ellos.

Buscando el final

Imagen: Pixabay

No esperéis demasiado de la vida, mucho menos de la gente; ¿lo de trabajarlo? Una frase más al estilo Mr. Wonderful para novatos que emprenden la existencia sin haber catado un poco de la sal en la yaga. Y, ¿entonces? No somos más que un poema longevo, abierto, con la indecisión de la última palabra que finiquite el verso de la vida. Y ahí, solo con ese punto, quizá llegues a la conclusión de comprobar si valió o no la pena. En cualquier caso, el camino puede ser enriquecedor para los que poseen el don de la lucha. Para los otros, los vencidos e intoxicados por aquello de haber recibido un escupitajo en la sopa, carente de estrellas, quizá sea más que un camino de polvo sobre más polvo, donde la esencia de la humanidad, se resume en un combate de egos: insípido, cansino y detestable. Lo justo y necesario para pedir el punto final.