Me llevaste de la mano al firmamento; a poder tocar con las yemas las nubes, a sonreír al vacío, y luego mirarte de nuevo; a cerrar los ojos e imaginar que de verdad me amas, que no existe ninguna frontera a nuestra pasión. Me enseñaste a saltar la barrera de mis miedos, a pegar patadas marciales a los que mordisquean mis sueños. Me llevaste de la mano para enseñarme todo eso, y al final no pude decírtelo, pero sé que lo viste dibujado en mi cara. El amor es una fragancia duradera.
Adiós
Recuerda mi última mirada, esa que destenía cariño y amor por cada centímetro de tu boca; haz memoria cuando te sientas neutra, yo ya no podré hacerlo por ti. Hoy mis ojos empiezan a grabar una nueva escena, lejos de esa isla tan complicada que es tu cuerpo.
Copia de seguridad
He pensado copiar tu mejor versión en un pendrive, más que nada por aquello de la nostalgia.
Versándonos la boca
Empecé un poema al que pronto se unieron tus versos. A partir de la segunda estrofa perdimos la métrica: la rima fue dictada por nuestras lenguas.
Cuando esto acabe
Lo primero que haré, cuando todo esto acabe, será conversar con el mar y pedirle perdón por todo el desamor que llevo acumulado, sin más poesía que mirar al cielo y buscar alguna que otra gaviota.
De mayor quiero ser…
—Y, ¿tú qué quieres ser de mayor
—Yo, lo más difícil.
—¿Astronauta?
—No. Buena persona.
Demasiado amor
—Antes de morir dijo que le dolía el pecho.
—¿Un posible infarto?
—No, quizá fue algo mucho más sencillo.
—¿Qué?
—Demasiado amor para un hombre tan menudo.
Hoja en blanco
—¡Hazme un poema! —Me suplicó; fui tan torpe que dejé la página en blanco.
Incógnitas
Todavía hay dos incógnitas que no he logrado resolver. La primera, el sabor de tus besos; la segunda, saber si has besado de verdad alguna vez.
El corderito
Después de noches de pajar revuelto, resulta gracioso ver al cordero predicar sobre el amor único e infinito