Después de noches de pajar revuelto, resulta gracioso ver al cordero predicar sobre el amor único e infinito
Mi pasión está entre las letras, en solitario y con sentimiento en bicromía.
Después de noches de pajar revuelto, resulta gracioso ver al cordero predicar sobre el amor único e infinito
En esta primavera todo se magnifica: el aire del mar, de la montaña. Tú, yo; nosotros y esa libertad irrelevante.
Todavía recuerdo aquella frase que me dijo mi difunto abuelo cuando yo era un niño: “La libertad es el fruto del diálogo entre personas coherentes. Para lograr la independencia usa a tu mejor aliada, la lengua.”.
Lo intenté, pero de nada sirvieron las palabras. Mi madre no quiso ver que ya era demasiado mayor para llevar aquella absurda rebeca de color azul. Mi autonomía y el sentido del ridículo quedaron entredicho, por lo que tuvieron que esperar una nueva oportunidad.
Siento tantas cosas,
como el olor de otoño, ajeno;
como que he roto el anhelo
de un bonito juguete.
En mis dedos no tiene arreglo.
Pero lo que más siento
y es un pesar tan grande,
es ver mi corazón rebotado,
de un lado a otro lado
sin encontrar la certeza de un gol,
ni siquiera rozar el palo.
Al fin y al cabo,
la portería siempre estuvo vacía.
Javier García Martínez
La joven, dolida, le preguntó a su abuela por el amor.
–¿Por qué algo tan bonito puede causar tanto daño?
La anciana, con su gesto dulce, acarició a la nieta e intentó consolarla.
–Las rosas, a pesar de su precioso color y agradable perfume, también tienen espinas; no es lo mismo ser florista que jardinero.
La chica sonrió.
El amor se convierte en cobarde, cuando las miradas no son más que espuma acariciando el vacío de dos corazones sedientos por acariciarse.