Absurdas promesas

Dejo mis lágrimas por testigo de lo que siento; aún noto la humedad que han dejado sobre mis mejillas. No es que sea un hombre blando, es más bien el exceso de amor que supura mi corazón, y provoca que tus palabras sean mayor tormento.

Imagen: Pixabay

¿Recuerdas la última vez que me dijiste «te quiero»? Haz memoria, seguro que no das con la fecha, ni el momento. Te diré cuando fue; aquel día en el que sin apartar tus ojos de los míos, confirmaste ante Dios lo que siempre me habías jurado: «Sí, quiero». Y resultó ser una absurda promesa que con el tiempo se fue desvaneciendo. ¿Ahora lo recuerdas? Si lo has hecho y no has sentido la misma humedad que la mía en tus pómulos, entonces es que siempre has mentido.

Tu musaraña

Durante tus noches de angustia siempre fui un esbozo de tu apasionada caligrafía. Me convertiste en tu musa, era fascinante verme rodeado de tantos versos. Luego, al amanecer, cuando tus ojos abandonaban la nocturnidad a la que estabas sometida, me apeabas de ese ensueño convirtiéndome en una peligrosa araña. Reconócelo, no es mi veneno lo que te da miedo: es mi amor por ti.
Imagen: Pixabay

Tú eres mi patria

Imagen: Pixabay

Provengo de ti. Todavía recuerdo esas excursiones por tu cuerpo, un sendero regado por mis besos buscando la felicidad en forma de lujuria. Añoro el calor de tus ojos convertido en sol, mirándome a la vez que mis jadeos te pedían la mano. Mi risa, tonta, reclamaba a voces tu compañía. Tú lo hacías después de asegurarte de que me encontraba perdido, de que mis suplicas por acariciar tu piel eran sinceras; y tanto que lo eran, por eso me permitiste pasar, regalándome todos tus sentidos: tu olor, tu tacto… tantos recuerdos para poder elegir y me quedé con lo que más me provoca deseos húmedos, tu sabor. Eres mi patria, mujer, y tengo ganas de regresar a ti.

Sólo una respuesta

Desde que se perdieron tus palabras
por el camino del sin sentido,
con una cobardía inimaginable,
quedando yo desnudo y desconsolado;
desde que tus besos, avergonzados,
decidieron marcharse de mi lado
por un amor inconfesable;
desde ese mismo frío instante
en el que la brisa me dejó olvidado,
yo todavía sigo aquí, nada distante,
abrazado y arropado por mi soledad,
esperando una respuesta coherente.

Sólo una respuesta, no pido más.

Imagen: Pixabay

Navegar sin rumbo

En tu cuerpo me gusta navegar sin rumbo, buscar esa línea que divide lo mortal de lo divino; poder traspasarla y saber que eres eterna, o por lo menos, averiguar que el intento ha merecido la pena.