Lo justo

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Todo en su justa medida, como el sol en la tierra; como la lluvia en los campos… como tú, como yo cada vez que mi mirada se desliza de tu cuello hacia abajo.

Allá donde esté

Se sentía como una tormenta sin rumbo que danza a su antojo; puro rencor bruto que descarga su ira sobre la tierra. De nada le servían los sueños que, oveja tras oveja, se cincelaron en su mente con el ansia de una estrella fugaz, con la única intención de volar y hacerlo lejos. El mundo se quedó pequeño, demasiado, cuando el reloj se detuvo tras mirar uno de los lujosos escaparates de joyas situado en el Ponte Vecchio. Lo supo de inmediato: demasiado oro pero ninguna piedra preciosa; y la añoraba tanto, que cuando ella lo dejó solo, para siempre, de nada le valieron súplicas ni lágrimas por cambiar las cosas. No fue decisión de ninguno de los dos. A partir de ese momento, sus llantos jamás serían capaces de limpiar la horrible melancolía que danzaba en su pecho a ritmo de bombo en una sentida saeta. No, nada valía, porque a pesar de anhelar una ligera metamorfosis para salir huyendo de ese pasado, notaba sus miedos sobre su espalda, tan pesados, que nunca podría batir sus alas. Y a pesar de todo, cada siete de julio, gritaba el nombre de ese viejo fantasma al aire… quizá, el viento, acercaría su reclamo allá donde ella estuviera.

Diamante negro

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Nuestro amor fue la llave de un puro y extraño desafío, distante, en lo más alto, como un desconocido diamante negro.

La fragancia

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Me llevaste de la mano al firmamento; a poder tocar con las yemas las nubes, a sonreír al vacío, y luego mirarte de nuevo; a cerrar los ojos e imaginar que de verdad me amas,  que no existe ninguna frontera a nuestra pasión. Me enseñaste a saltar la barrera de mis miedos, a pegar patadas marciales a los que mordisquean mis sueños. Me llevaste de la mano para enseñarme todo eso, y  al final no pude decírtelo, pero sé que lo viste dibujado en mi cara. El amor es una fragancia duradera.

Adiós

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Recuerda mi última mirada, esa que destenía cariño y amor por cada centímetro de tu boca; haz memoria cuando te sientas neutra, yo ya no podré hacerlo por ti. Hoy mis ojos empiezan a grabar una nueva escena, lejos de esa isla tan complicada que es tu cuerpo.

Versándonos la boca

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Empecé un poema al que pronto se unieron tus versos. A partir de la segunda estrofa perdimos la métrica: la rima fue dictada por nuestras lenguas.

Amarte en blanco y negro

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Me gusta amarte en blanco y negro, descubrir esa nostalgia que siempre me ha ayudado a desearte en secreto, disfrazado por la cotidianidad del ir y venir ante tus ojos; pensar que tú no lo sabes y me sigues regalando esa sonrisa eterna en bicromía, anclada en ese mismo pasado en el que los cigarrillos permanecían en los labios, con la única intención de seducir, así, sin más, sin ningún bolero de por medio; me gusta amarte en blanco y negro, y por lo menos saber que nuestra historia, la mía más bien, a quién quiero engañar, siempre será como aquella delicada pero complicada película de los años treinta, con un beso final que habré convertido en una ficción monocromática.