Sucedió en mí

Imagen: Pixabay

Siempre que te imagino desnuda, tu cuerpo me recuerda a cada minuto de la Feria de Albacete. Con la misma inquietud de un visitante que desconoce los tres anillos y necesita adentrarse en ellos, uno a uno; despacio, sin prisa y con gusto, todo sea dicho. Con el peculiar erotismo de la manchega, con sus encajes en blanco y negro que incendian, aún más si cabe, el veranillo de San Miguel, para zozobrar al amante.

Siempre que pienso en tu desnudez y la pleita de tu moño, me convierto en peregrino de la Virgen de los Llanos; tal vez, con la única deshonra de alejarme casi acariciando el diecisiete de septiembre, a las colinas que llevan tu nombre. Y allí, con el consuelo de vislumbrar tu sonrisa tras la enorme Puerta de Hierro, sé que no sólo aliviaré cada una de mis tormentas. Para ser sincero, en las ferias también se llora; albergaré la esperanza de que, llegar hasta tus labios, pese al último día, me supondrá un regalo poder acariciarte; como el sueño que permanece en mí, de dos enamorados, primerizos, sentados frente al templete, con todo el amor del mundo. Con el anhelo de permanecer doscientas cuarenta y cinco horas, ininterrumpidas, abrazados.

Al final, la verdad será tan triste, como un único culo pegado a un banco, una solitaria cerveza en la mano, y la desvergüenza de una utopía viendo cómo bailas una manchega, siempre desde la seguridad de la distancia.

@XaviviGarcía

 

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